jueves, 12 de noviembre de 2009

Mito

Su vida se definía en tan sólo una palabra (también como abreviación): Sacrificio.

Se sujetaba con fuerza a la mano de su hijo. No soportaba la idea siquiera de perderlo y mientras sus latidos se hacían más lentos, el niño aflojaba más la mano.

Al iniciar aquel día, la mujer se levantó como siempre a preparar el desayuno para su pequeño y un estudiante que vivía de allegado. En realidad le arrendaba un cuarto, el cual venía estando vacío desde que la señora quedó sola con su retoño en aquel sencillo departamento.

Cuentan (principalmente el estudiante) que la señora destacaba en nobleza y humildad. Trabajaba arduamente para mantener el departamento y pagarle a la niñera que le cuidaba al hijo durante el día (el niño iba a cumplir los 8 años cuando murió).

Roja tenía la frente cuando lo cargaron en el taxi en dirección al hospital. Luego supieron que su gripe se la contagiaron en el colegio.

Increíblemente la gente se preocupaba más de protegerse de la tos del infante que de ayudarlo. Por eso demoró un tanto más en llegar al hospital. Un tanto que mido en segundos. Segundos siempre más valiosos que una vida.

Frente a una ventana miraba como los niños al otro lado de la calle, en la plaza, jugaban en los columpios que alguna vez fueron los momentos más felices en la vida de esta madre.

Imaginando una vida perdida, una vida sin esencia.

Cuentan, todos cuentan. Si es muy fácil contar historias de personas Increíbles para suplir la falta de interés humano o al reconocer por lo menos la falta de valores humanos en uno.

Pero después de todo ella es un mito.

Olvidada en un asilo, mira por la ventana lo que era su vida.

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