jueves, 4 de febrero de 2010

Volar

  El padre de Icaro se quedo sentado en una roca viendo las plumas y la cera en el suelo, sin el hijo que supuso muerto en el mar.
  El sol había sido el culpable, quien le metió cosas en la cabeza al soñador.     Engañándolo, haciéndole creer que podía ser pájaro, que podía ser avión.
  Y en su melancolía conversaba con las cosas, con la tierra y con las rocas, hasta con una avecilla que se coloco junto a él.
  El hombre le explicaba al pájaro que el cielo no era para los humanos y que no todo lo que brilla era oro.
  Pero el ave tenía una idea mejor:
  Lo guió por las montañas, por entre los árboles, cruzaron puentes que solo volando eran pasables y hasta por sitios que jamás nadie se les hubiera acercado. Y al final un barranco infinito los detuvo. Pero el ave se abalanzo sin miedo al cielo, tal como icaro al sol. Puesto que él jamás mintió acerca de la posibilidad de ser pájaro, tan solo ocurría que todo pichón antes de volar tiene que caer.
  El papá de Icaro abrazo al pájaro y este lo acompaño a su casa. El ave voló hasta desvanecerse en la oscuridad de la noche y el inventor se quedo mirando a las estrellas, pensando como podría volar.

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