lunes, 26 de abril de 2010

Karma

Mientras entraba al carro del tren, alguien junto a mi estornudaba, otro mas adelante que él sacaba su celular junto a una tipa que se levantaba a darle el puesto a una señora que apenas se podía, ya más adelante había un grupo de escolares que seguro cimarriaron junto a los que se sientan en la pared a recuperar el sueño o recuperar un poco el tiempo almorzando dentro del vagón como yo.
Imaginen no más el extenso camino que recorrió la botella mini de Pepsi ® que algún insensato de los vagones de adelante soltó.
Una joven que almorzaba junto al insensato se confundió en un principio de botella y por el asco que le dio al tomarla la soltó en lo que sería el impulso inicial.
Luego siguió bajando en medias lunas, en giros completos, zigzagueando entre los escolares y volviendo a retroceder con cada frenazo, pero avanzando aún así hasta la anciana que con todas las ganas del mundo quería agarrar la botella.
Sin embargo no mentía al decir que apenas se podía ella misma, mejor aún, le pidió a la joven que le cedió el puesto que recogiera la botella. Respetuosamente tomó la botella con 2 dedos y la dejo apoyada en el borde de la ventana. Ella se bajó en la misma estación del frenazo que impulso nuevamente el camino ondulatorio de la botella.
Por un momento volvió a subir por el empuje que ofrecía los tumultos de gente entrando a presión, presión que desapareció al llegar a una conexión entre líneas del metro. Un estudiante que entro juntó al tumulto jugó un poco con la botella pateándola y haciéndola girar en una expresión de melancolía, de sonrisas que duran poco, de una felicidad exprés en un mundo triste. Pronto se sentó dejando continuar la vida de la botella mientras volvía a recordar a quien lo tenía entre penas y recuerdos.
Tal ves era la botella quien atraía la tristeza ya que volvió a detener en el joven del celular, quien trataba ahora de mirar hacía la ventana, seudo ocultándose detrás de un asiento, rogando llegar pronto a la siguiente estación, pues era él el invocador de la tristeza del chico melancólico, él mismo que hace unos minutos también recordaba los momentos felices con él y que ahora sólo quiere escapar con el mismo temor de siempre.
Entonces entre estación y estación el tren se detuvo por medio minuto, lo que tampoco fue poco para este joven que viajaba entre emociones.
La botella rodó y giro colándose entre los pies de él deteniendo esta vez ella su camino. Le recordó lo que era el temor y también lo que era la culpa, lo sintió como un golpe en la guata, no esperaba tampoco encontrarse con él.
El miedo le hizo devolverle la patada a la botella y esta continuo su camino hacía abajo mientras el hombre del resfrió se adelantaba a hablarle a una joven de su trabajo que conocía y de cuya presencia no se había percatado hasta ese momento.
El metro volvió a avanzar y la botella volvió a inmiscuirse en la vida de la gente ofreciendo felicidades y penas. Ya era turno que se detuviera en mis pies mientras terminaba de almorzar.
Por mi parte me alegró de ello, por que principalmente fue un mal día. De esos que por la mala suerte te da miedo todo.
Te preocupas demás ya que no sabes que va a pasar luego, que se te va a perder o que te va a suceder, por eso preferí inconscientemente el metro. Me quitaba toda obligación en mi destino, me aislaba de la amargura de aquel día gris mientras me llevaba de manera exprés por mi vida.
Pero fue bueno recobrar un poco el poder en mi vida, poder dirigir la botella, poder jugar con ella entre giros y volteretas, poder decidir cuando y donde hacer algo. Como el joven que se apresuraba por salir en la estación equivocada, la estación del chico de su pena, encontrándose con él, mientras sus ojos se fijaban firmemente en los de él y sus piernas se preparaban para correr.
Al volver a partir de la estación la botella tomó otro rumbo, empezó a devolverse por el camino que sólo Pepsi ® podía dar encontrándose con que ya nada era como antes excepto por algunos dormilones que nada los movería de su lugar, pero fue este flujo de gente lo que impulsó ahora el regreso de la botella.
Avanzaba igual de zigzagueante entre gente nueva y otras ya conocidas como el señor que luego de la fiesta de la otra noche quedó muy resfriado, excusa perfecta para que aquella compañera de trabajo lo acompañará hasta un café cercano y capaz que luego a la casa, después de todo fuera del metro la botella pierde todo efecto destinatario. El hombre eso sí no se preocupo de la botella, le dio apenas con el tacón del zapato al salir y siquiera se movió, aún más en ves de moverse adelante o hacía atrás, se movió hacía el lado y se colocó junto al soñador que ya había pasado su estación, pero él continuaba durmiendo con la botella bajo el brazo y mientras todos se bajaban continuaron allí.
A veces el karma funciona de maneras confusas o más bien el destino, uno piensa que se devuelve o que en cualquier momento te atropellará, pudiendo llegar a vivir con ese temor, pero a veces simplemente funciona de manera tan sutil que jamás te das cuenta de lo que perdiste.
Era tarde y el metro ya se estaba alojando en su terminal. El guardia despierta a quien alojo la botella no dejándola escapar. Y se la llevó quien sabe porque, tal ves para no ensuciar o tal ves para ver bajo la tapa antes de botarla y encontrar el premio de un viaje a Inglaterra. De todos modos tuvo una suerte increíble aun que se durmió todo el día, una suerte que no tuvo ninguno de los que por una u otra razón patearon la botella o la dejaron caer.

2 comentarios:

sniper dijo...

filete, gran alegoría, con la redacción que sólo olivares se puede permitir xD

Nicolás Olivares dijo...

sorry es que el blog no me corrije

Publicar un comentario